sábado, 23 de mayo de 2009

Vicor Lustig, el gran estafador

El conde Victor Lustig, un hombre que hablaba varios idiomas y se vanagloriaba de su refinada cultura, fue uno de los grandes estafadores de los tiempos modernos. Era famoso por su audacia, su temeridad y, sobre todo, por su conocimiento de la psicología humana. En pocos minutos era capaz de analizar a una persona y detectar sus puntos débiles. Lustig sabía que la mayoría de las personas se rodean de defensas contra embaucadores y ladrones. El trabajo del estafador consiste en hacer caer esas defensas.

Un método seguro para lograrlo es el de valerse de una aparente sinceridad y honestidad. ¿Quién desconfía de una persona sorprendida en un acto de evidente honestidad? Lustig utilizó varias veces esa táctica de honestidad selectiva. El clímax de toda esta actitud la llevo a cabo en 1926, cuando tuvo la valentía (o el descaro, o la estúpida idea) de estafar a Capone (sí, ese mafioso que todos hemos oído hablar pero nadie conoce bien). Ningún estafador normal se hubiese atrevido a realizar semejante jugarreta; habría elegido a su víctima por su debilidad, por esa expresión que permite anticipar que sufrirán la estafa sin osar quejarse. Estafar a Capone equivalía a pasar el resto de la vida (lo poco que le quedaba) aterrado.


La historia cuenta que en 1926 un hombre alto fue a visitar a Al Capone, el gangster más temido de su tiempo. El hombre, que hablaba con un elegante acento europeo, se presentó como el conde Victor Lustig. Prometió que si, Al Capone le daba 50.000 dólares, él haría que esa cifra se duplicara. Capone poseía fondos más que suficientes para realizar una "inversión" semejante, pero no era su costumbre confiar grandes sumas a perfectos extraños. Miró con atención al conde; aquel hombre tenía algo, era diferente -su estilo, su alcurnia, sus modales-, de modo que decidió seguirle el juego. Contó billetes personalmente y se los tendió a Lustig. "Bien, mi querido conde -le dijo-. Duplíqueme esa suma en sesenta días, tal como me prometió". Lustig se fue con el dinero, lo colocó en una caja de seguridad en Chicago y luego se dirigió a Nueva York, donde tenía en marcha otros proyectos generadores de fondos. Los 50.000 dólares permanecieron en el banco, intactos; Lustig no hizo ningún esfuerzo por duplicarlos.

2 meses después regresó a Chicago, retiró el dinero y volvió a visitar a Capone. Echó una mirada a los guardaespaldas del gangster, que lo observaba con expresión imperturbable; sonrió con timidez y dijo a Capone: "Le pido que acepte mis más humildes disculpas. Lo siento muchísimo, señor Capone, pero el plan fracasó... Es decir, fracasé yo". Capone se puso de pie con lentitud. Miró furioso a Lustig, mientras decidía en qué parte del río arrojarlo. Entonces el conde llevó una mano al bolsillo, sacó los 50.000 dólares y los puso de nuevo sobre la mesa. "Aquí está su dinero, señor. No falta ni un centavo. De nuevo le pido mil disculpas. Esto es realmente muy humillante para mí, pero las cosas no salieron como había pensado. Me habría encantado duplicar esta suma para usted y para mí... Dios es testigo de que buena falta me hace... pero el plan se malogró."

Capone volvió a tomar asiento, confundido. "Sé que usted es un estafador, señor conde -repuso Capone-. Lo supe en el preciso instante en que entró por esa puerta. Esperaba recibir los cien mil dólares.. o nada. Pero esto.. que me devuelva mi dinero.."
"De nuevo le pido disculpas, señor Capone", dijo Lustig mientras recogía su sombrero y se dirigía hacia la puerta.

"¡Santo Dios! ¡Usted es honesto! -gritó Capone sorprendido-. Si está en problemas, aquí tiene 5.000 para sacarlo de apuros." El conde, en apariencia anonadado, hizo una cortés reverencia, murmuró su agradecimiento y se marchó, llevándose el dinero.
Los 5.000 dólares eran lo que Lustig había planeado obtener desde un principio.



Lustig comprendió que un hombre como Capone suele pasar su existencia desconfiando de todo el mundo, ya que a su alrededor no hay personas honestas o generosas, y estar siempre rodeado de lobos resulta agotador y hasta deprimente. Un hombre como Capone ansía ser destinatario de algún gesto honesto o generoso, para sentir que no todo el mundo está esperando la oportunidad para robarle. El acto de honestidad selectiva de Lustig desarmó a Capone, porque fue algo por completo inesperado.
Historia sacada de las leyes del poder, específicamente sirve como ejemplo de la ley Nº 12 (primera entrega)...



Saludos a todos!

Volveré más adelante con otras anécdotas pintorescas, para entretenerlos y de pasada, vean aplicación de algunas leyes :P

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