martes, 26 de mayo de 2009

Lustig 2.0

La ley Nº 9 de las leyes del poder dice: "GANE A TRAVÉS DE SUS ACCIONES, NUNCA POR MEDIO DE ARGUMENTOS". Aún así, se menciona ahí mismo una excepción: cuando usted puede salir impune al ser acusado de un fraude, mostrándose como un verdadero "experto" en el tema de modo que la otra persona termine creyendo en su honestidad y conocimientos del tema. Esta técnica ha ayudado a salvar el pellejo a más de un estafador. Y ya que hablamos de ellos últimamente, les dejo la siguiente historia:


En cierta oportunidad, el conde Victor Lustig había vendido a docenas de víctimas de todos los Estados Unidos una caja que afirmaba que copiaba dinero de manera legítima. Al descubrir el engaño, la mayoría de sus víctimas optaba por no hacer la denuncia policial, para evitar pasar vergüenza en público. Pero un sheriff llamado Richards, de Oklahoma, no era el tipo de hombre que aceptara con tranquilidad que lo estafaran en 10.000 dólares, de modo que rastreó a Lustig hasta que una mañana lo encontró en un hotel de Chicago.

Lustig oyó un golpe a su puerta. Cuando la abrió, se encontró de frente con una pistola que le apuntaba.

¿"Cuál es el problema?" preguntó con toda calma.

"¡Hijo de mil putas, lo voy a matar!- gritó el sheriff-. "¡Me ha estafado con esa maldita caja que me vendió!"

Lustig simuló total perplejidad. "¿Me está diciendo que no funciona?" preguntó con inocencia.

"Usted sabe muy bien que no funciona" contestó el shreiff

"Pero eso es imposible" -replicó Lustig-. "¿Está seguro de haberla manejado bien?"

"Hice exactamente lo que usted me indicó", contestó Richards

"No, algo debe haber hecho mal", insistió Lustig.

Y así continuaron dando vueltas y vueltas, mientras el arma iba bajando poco a poco. A continuación, Lustig pasó a la segunda fase de la táctica de la argumentación: bombardeó al otro con un arsenal de explicaciones técnicas sobre la forma de manejar la caja, de tal modo que confundió y envolvió por completo al sheriff, que se mostraba cada vez menos seguro de sí mismo y discutía cada vez con menos convicción.

Finalmente, Lustig dijo: "Mire, le devolveré ya mismo su dinero. Además, le daré instrucciones por escrito sobre cómo manejar la máquina e iré a verlo a Oklahoma para asegurarme de que funcione como es debido. No puede fallar."

El sheriff accedió de mala gana. Para dejarlo totalmente satisfecho, Lustig sacó un fajo de cien billetes de 100 dólares y se los entregó, al tiempo que le aconsejaba relajarse y pasar un fin de semana divertido en Chicago. Más tranquilo y un poco confundido, el sheriff se marchó. Durante los días siguientes Lustig estudiaba el diario todas las mañanas. Por fin encontró lo que buscaba: una breve nota que informaba el arresto, juicio y la condena del sheriff Richards por haber hecho circular billetes falsos. Lustig gano la discución y Richards nunca más volvió a molestarlo.


Un crack si me lo preguntan...

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