sábado, 7 de febrero de 2009

liberté, égalité et fraternité

Juro mantener con todas mis fuerzas la unidad y la indivisibilidad de la república. Juro reconocer como mi hermano y como hombre justo a cualquier amigo de la humanidad, fuera cual fuere su color, su condición o su país; juro además que nunca respetaré otro templo que no sea el de la razón, u otros altares que el altar de la patria, otros sacerdotes que nuestros legisladores, otro culto que no sea el de la libertad, igualdad y fraternidad.

Les presento el juramento que debía adquirir cada individuo que quisiera ingresar al Club de los Jacobinos. Juramento que en mi fuero interno pretendo tenerlo muy presente… Es curioso, siempre creí por desconocimiento que me sentiría más identificado con los girondinos. Al menos de las cosas que había leído, que confieso que no había sido mucho, me sonaban a un grupo moderado, que creía en los cambios pero de manera conciliadora. Creía además que a los Jacobinos les faltaba siempre definir mejor sus conceptos, ya que “Libertad” e “Igualdad” suelen ser términos difíciles de conciliar para que haya “Fraternidad”. Todo eso cambió a raíz de unas averiguaciones interesantes que e hecho y me declaro un confeso Jacobino. No radical, no mojigato. Me declaro justo en el punto medio, en ese punto donde estaba el Incorruptible Robespierre. Creo que este personaje, encarnación viviente de la Revolución con sus virtudes y vicios refleja bastante bien mi pensamiento respecto a muchas cosas de cómo debería funcionar una nación.

Robespierre tenía un sueño, una visión de nación que quisiera compartir con ustedes:

En nuestro país queremos reemplazar el egoísmo con la ética, la integridad en vez del honor, los principios en vez de las costumbres, los deberes en vez del protocolo, el imperio de la razón en vez de la tiranía del gusto cambiante, el desprecio al vicio en vez del desprecio a la desdicha, el orgullo en vez de la insolencia, la elevación de alma en vez de la vanidad, el amor a la gloria en vez del amor al dinero, los hombres buenos en vez de los compañeros agradables, el mérito en vez de la intriga, el genio en vez de la astucia, la verdad en vez del ingenio, el encanto de la felicidad en vez del hartazgo del sensualismo, la grandeza del hombre en vez de la mezquindad de los “grandes”, un pueblo magnánimo, fuerte y feliz en vez de un pueblo amable, frívolo y desdichado…"

Un lindo ideal, que creo que todo gobierno debería tener presente a la hora de hacer su política. Suponiendo que los gobiernos tienen ese norte, debería dar igual la tendencia política ya que todos los sectores persiguen un objetivo en común, que es el bien del pueblo. Sólo cambia el camino a seguir para obtener los resultados.

Debo aclarar que los conceptos de “derecha” e “izquierda” están bastante obsoletos y no son de mi agrado (ni mucho menos los términos coloquiales estilo “momio”, “facho” y otras similares). Creo que hoy en día uno define su postura en base a la libertad y a la igualdad y dependiendo que sea lo que se pone como prioridad, es su tendencia política. De esta forma, tenemos aquellos que privilegian la libertad a costa de cierta desigualdad y aquellos que privilegian la igualdad a costa de cierta limitación en la libertad.

Después de haber visitado Cuba, vuelvo mas convencido en mis convicciones: la libertad es el bien supremo al que puede aspirar un hombre. Cuando los sentimientos, pensamientos y acciones de los seres humanos se comprimen para enmarcarlos rígidamente en las concepciones que se le impongan, se niega a las personas la oportunidad de expresar libremente la totalidad de sus capacidades.

Rousseau lo expresó muy bien: “Renunciar a la libertad es renunciar a la cualidad de hombres, a los derechos de humanidad e incluso a los deberes”, sin embargo cometió un serio error en su famoso postulado de que el hombre es bueno por naturaleza y la sociedad lo corrompe. El hombre intrínsicamente tiende a hacer el mal, la sensación de poder y control lo embriaga, no falta el que se deleita con el sufrimiento ajeno, sea este por una torpeza que genera burlas o la morbosidad de estar muy informado de grandes desastres por el mero placer de verlos. Es por ello que necesitamos, tenemos y tendremos eternamente leyes. Pero en general hay que hacer notar que las leyes que hay tienden a mantener el equilibrio de la libertad, libertad que llega a su fin cuando se viola la libertad de otro. Así tenemos leyes penales, civiles, constitucionales y todas ellas enfocadas a proteger y conservar la libertad de los individuos frente a otros.

Ya Robespierre lo expresó muy bien en alguno de sus múltiples discursos:

La nueva constitución tiene como objetivo la felicidad del hombre y, en consecuencia, la conservación de sus derechos, de su seguridad, de su libertad, de su propiedad. Las precondiciones de la felicidad son la independencia y la autonomía; las leyes debían ser usadas para forzar la creación de la independencia. La propiedad, definida como un derecho social más que natural, debe estar limitada por la obligación de respetar los derechos de los otros y no se le debe permitir intervenir en la libertad, existencia o propiedad de nuestros semejantes

Y con esto se llega al conflicto en el problema de la libertad. A todos les gusta la idea del libre pensamiento, libertad de culto pero hay recelo a la hora de hablar del sector “privado”, la propiedad y esas cosas. Nuevamente me hago eco de las palabras de Robespierre a la hora de hablar de la nueva constitución:

1) La propiedad es el derecho que tiene todo ciudadano a gozar y disponer de sus posesiones y está garantizada por la ley

2) El derecho a la propiedad está limitado, como todos los derechos, por la obligación de respetar los derechos de los otros

3) Este derecho no puede perjudicar la seguridad, la libertad, la existencia o la propiedad de otro

4) Cualquier posesión, cualquier usufructo que viole este principio es ilegal e inmoral

En un sentido estricto, no debería haber ni conflicto ni recelo, ya que, aunque a todos nos guste la idea del librepensamiento, hay que evitar una proliferación de ideas intolerantes como el racismo, clasismo, etc. Aunque de boca para afuera se promueve la libertad de culto, se observa que todo culto es intolerante con los demás siempre y cuando sea éste el predominante. Se requiere cierta regularización para evitar los errores del pasado (cruzadas, jihad, etc.). La economía no es la excepción, también se requiere cierto control en el manejo y el responsable de eso bien se sabe que es el Estado.

Y llegamos al tema más conflictivo de todos: hasta que punto el Estado debe intervenir. Sigo creyendo que la libertad permite que el individuo surja en todo su esplendor, y si se tuviera claro eso de “la libertad de uno termina donde parte la del otro” no habría mucho conflicto. Pero la economía librada a su suerte, precisamente porque el hombre por dentro no es bueno, puede generar abusos. Una teoría dice que el mercado si es capaz de regularse sólo. La ley de la oferta y la demanda, la competencia, el consumo y otras características intrínsecas de la economía van regulando todo, por lo que la intervención del estado no sólo no es necesaria, sino perjudicial. Tal vez funcione, tal vez no (hablar con el resultado de sólo 1 o 2 años es negar una historia de décadas de supremacía), pero hay algo importante que suele olvidarse para que funcione correctamente el sistema: la competencia. Algo tan básico suele ser olvidado tanto por el pueblo (dentro de las libertades más básicas está la de poder elegir), como por los detractores (no conciben que ante más competencia leal, el sistema se regula más fácilmente ya que el poder que tiene la gente que consume es el verdadero motor de todo) como por los que apoyan el modelo, ya que inescrupulosos individuos buscan acabar con la competencia y lograr monopolios financieros, dejando todo servido para esos abusos que tanto se critican. Una vez más cito al Incorruptible:

Cualquier especulación mercantil que se hace a expensas de la vida de un hombre no es comercio, es bandidaje y fratricidio. La ley debe castigar la mano homicida del monopolista tal como castiga la del asesino común”. No les niego un aprovechamiento honrado, una propiedad legítima. No estoy destruyendo el comercio sino tan sólo a los abusos del monopolista.”

Más claro, imposible. Y me adhiero totalmente a las palabras citadas. El abuso monopolista hay que evitarlo. Me niego a creer que la solución es un “Estado Robin Hoodístico” en el cual el modo de evitar los abusos del monopolio sea quitar la empresa, haciendo ese robo legal conocido como “nacionalización de la empresa” del cual todos estamos desprotegidos. Y lo que es peor, ni siquiera es garantía de que sirva. Hay cierta tendencia en la juventud a creer que todo está por las nubes por los abusos del sector privado, que la solución es que el estado entre a nacionalizar cuanto haya y cosas así. En Cuba hicieron eso y se enfrentan al mismo problema del abuso en los precios, ya que nuevamente hay un monopolio hecho por el Estado, por lo que cobra lo que quiere y cualquier intento de competencia es ilegal y terminan presos los involucrados. Ese no es el camino… Más bien me agrada la idea de un estado competidor, que entre en el juego limpiamente y si no hay competencia, sea ellos los que la impulsen o en último término, sean ellos mismos la competencia. Esas son armas no solo tolerables, sino fundamentales para un buen funcionamiento de la economía, pero no así la destrucción de la propiedad privada, ya que en verdad el límite es muy exiguo y no siempre se sabe en que momento parar.

La revolución francesa tenía más o menos ese norte y algunas opiniones que se vertían respecto a Robespierre eran cosas así: “Estimaba muchísimo los valores asociados a la pequeña propiedad: el ahorro, la dignidad, la solvencia, la laboriosidad, la prudencia, la independencia. Era enemigo de la ley agraria a la cual estaba asociado la extrema izquierda, sostenía que la función del estado no consistía en distribuir la riqueza, sino en proteger al individuo en el uso de ella y proteger a otros individuos del abuso de la misma”.

La libertad era el bien supremo al que aspiraban los franceses pero debió ser muy complejo y contradictorio hablar de “igualdad” en esa época si se tenía un discurso así, donde promovía el esfuerzo individual, que es el principal causante de la desigualdad debido a las diferencias naturales que hay entre las personas.. La igualdad tanto en esa época como ahora (al menos desde mi punto de vista) se entiende como la igualdad ante la ley y la igualdad ante las oportunidades. Que nadie se quede atrás en la posibilidad de surgir y desarrollarse como persona sólo por no poseer los medios para lograrlo.

Solía decirse que “los pobres nunca han buscado una igualdad de bienes, sino tan sólo una igualdad de derechos y felicidad. La igualdad de la riqueza es esencialmente impracticable en la sociedad civil, por lo que sus propios esfuerzos estaban encaminados a lograr que la desigualdad material fuera soportable para los pobres mediante la educación y la dignidad.”

Y es que la pobreza no deja de ser un poco complejo de definir. ¿Quién es realmente pobre? Conozco gente tan pobre, tan miserablemente pobres que lo único que tienen en la vida es dinero. Ahí más que nunca se nota que el dinero no da la felicidad. Por otro lado, no es pobre quien poco tiene, sino quien mucho desea. Quizás sean conceptos muy ideales, pero la pobreza es un término relativo. Robespierre a pesar de ser de clase burguesa se consideraba “pobre”. Por pobreza él no entendía la miseria que desgasta prematuramente los poderes de un hombre y lo degrada. Él entendía la pobreza como una manera honorable de depender de sí mismo, basándose en el propio esfuerzo.


Marx hablaba del conflicto social y promovía una violenta revolución del proletario para instaurarse en el poder y tener acceso a las cosas que la elite podía tener. Me sincero y acepto que el conflicto está. Incluso promuevo la revolución del proletario. Lo que no comparto es la interpretación que se le ha dado a lo largo de la historia a esas ideas. No creo que la violencia sea el camino, como lo fue en la revolución bolchevique. No creo que sea saludable para una nación una guerra civil tan larga como la que debió enfrentar Cuba antes del triunfo de Fidel. Aplausos para Allende que intento levantar al proletario por la vía pacífica de la democracia. Por todo lo expresado, está de más señalar que siento que equivocó el camino, ya que hizo precisamente lo que critico acá: un estado que en lugar de competir o destruir el monopolio, se apropio (o intento) apropiarse de las cosas, sin embargo es un avance en relación a sus predecesores. La revolución del proletario puede hacerse en forma pacífica. Se puede levantar al proletario, podemos subirlo hasta ese nivel de “clase dominante” e incluso que tenga verdadera ingerencia en el gobierno. No mediante las armas, que solo provoca resentimiento. No mediante la nacionalización, que sólo reparte migajas. La verdadera revolución del proletario debe ser LA EDUCACIÓN. Sólo así habrá acceso a lo que las “clases dominantes” poseen y tanto añoran.

Y continuando con el constante apoyo en citas que hago de la revolución francesa, se decía esto referente al tema: "Se tiene la obsesión de crear ciudadanos dignos y procuraba que los asuntos económicos no interfirieran con esta tarea fundamental; no creía que la tenencia de tierras, el comercio o los negocios fueran tan importantes como la educación. Lo que hace falta es una educación pública que en el futuro eviten a la república las desdichas que han caído sobre ella. La sociedad debe alentar, con todo su poder, el progreso de la razón pública y poner la instrucción al alcance de todos los ciudadanos. No puede haber república sin republicanos. Los participantes de la revolución son la materia prima con la cual los republicanos deben ser creados, y la educación es el instrumento que habría de convertirlos en beneficiarios de sus luchas. Cuando habla del pueblo o los republicanos, se utilizan como sinónimos. En cierto sentido, los republicanos verdaderos son el pueblo educado. ¿Y qué debe aprender ante todo un ciudadano? Los derechos de la humanidad, los deberes que tiene cada hombre con sus semejantes, los principios divinos de la moral y la igualdad

Puede que sea importante aclarar que en esa época, el concepto de “pueblo” no es como el de ahora, que se utiliza como eufemismo para referirse a la gente de pocos recursos (o al menos es la impresión a uno le queda cuando se escuchan algunos comentarios de por qué gente de recursos medios hacia arriba participa en eventos como “Los Carnavales de Valparaíso”). En esa época y tal cual como yo entiendo la noción de pueblo, corresponde a la mayoría de los ciudadanos, los ciudadanos menos poderosos y a los que reciben menos sonrisas de la fortuna. En esos tiempos los que no pertenecían al pueblo no era la clase dirigencial o la burguesía, sino aquellos enemigos de la joven república, aquellos que querían instaurar nuevamente los vicios del régimen anterior.

Es el pueblo, es decir, todos y cada uno de nosotros, los que debemos ser beneficiarios de una educación de calidad, que nos permita surgir a todos y nos permita desarrollar al máximo nuestras cualidades.

Creo en la libertad del individuo, creo en la igualdad ante las oportunidades y creo que el rol del Estado es la de velar porque esas condiciones se cumplan, siempre recordando que esta al servicio de todo el pueblo, no de una elite dirigencial económica ni tampoco sólo de un sector desposeído en particular. Sólo así se puede surgir como país pero como paso fundamental, se debe dejar de mirar hacia el lado y preguntarse por qué “él tiene y yo no”, sino que debe mirarse uno mismo y descubrir sus propias miserias y tratar de repararlas.


En base a todo lo expuesto y aprovechando que se vienen elecciones presidenciales, hago un sincero llamado a hacerse ideológicamente partidarios del PPD o RN más allá de los líderes que representan a esas facciones. Ambos grupos políticos postulan más o menos lo mismo (PPD con mayor intervención del gobierno, pero sigue reconociendo la libertad como un bien preciado a cuidar). Pero más importante que hacerse partidario de la ideología, hago un llamado a votar y no por un partido, por paradójico que suene. Hago un llamado real y sincero a votar por una persona, por un proyecto, por una idea, por un programa. Y sólo me queda desear que aquel candidato que escojan, sea idealmente partidario de la “liberté, égalité et fraternité”


Saludos y recuerden que ya casi está aprobado todo para que la inscripción sea automática y el voto voluntario. No hay excusas para no votar a pesar de que yo pondría una: que sólo voten aquellos que están informados, no aquellos que solo ven el nombre del candidato…
PD: probablemente piensen en más críticas de las que vaya a recibir por escrito. Ojalá que antes de hacerlas o pensarlas, tengan en cuenta que si se restringiera la libertad del individuo en un lugar donde mi ideología fuera la aceptada, muy probablemente sería penado contra la ley que pensaran diferente a mí y castigados por ello tal como ocurre en ese paraíso del materialismo que resultó ser Cuba...

2 comentarios:

Conny. dijo...

Curioso es pensar que Robespierre nos hablaba de derecho humanos y luego guillotinó a medio parís.

jose dijo...

A modo de defensa, puedo decir que Robespierre hablaba constantemente de muchas contradicciones dentro de la Revolución. Una fue mencionada dentro del texto, tratando de equiparar la igualdad y la libertad.

La otra, era que soñaba con la fraternidad como un ideal para la Francia Republicana, pero para ello debía eliminar todo vestigio del régimen anterior (monarquía, aristocracia y burguesía que defendía esos ideales). El problema está que con el tiempo jamás se aceptó una oposición leal y constructiva, ya que todos fueron catalogados de "contrarrevolucionarios".

Nada de que sorprenderse, aún hoy vemos que son las excepciones aquellos que aceptan de buena gana la crítica.. el problema es que en esos tiempos costaba la cabeza.


En todo caso Robespierre solo era orador con mucha elocuencia. El tipo sugería convincentemente, pero no hacía juicio legal, no dictaba sentencia oficial y mucho menos era el verdugo que soltaba la cuerda de la guillotina