viernes, 5 de junio de 2009

El gen egoísta... ¿El bien de la especie?

El libro del Gen Egoísta (Dawkins) nos presenta un mundo ciego e indiferente: la vida carece de propósito, como no sea el de perpetuarse a toda costa; el egoísmo reina por doquier y los actos de aparente altruismo esconden una motivación interesada; nuestra libertad es sólo ficticia, pues la mayoría de nuestros comportamientos y motivaciones están influidos o gobernados por nuestros genes. Puede que no nos guste demasiado este panorama, pero tenemos que aprender a convivir con él, porque así es el mundo biológico.´

En realidad, lo que hace Dawkins es divulgar la actualización de las viejas teorías de la evolución de Darwin que supone la sociobiología. Esta disciplina surgió de la necesidad de explicar algunos fenómenos que no cuadraban de forma convincente en el marco de la teoría de la evolución por selección natural. ¿Por qué una abeja se suicida al atacar a un intruso de la colmena, o por qué un pájaro llama la atención de un predador con su grito de alerta para sus parientes? El más sagrado mandamiento para un ser vivo es mantenerse vivo, para poder transmitir sus genes al mayor número posible de descendientes. Estos sacrificios parecían no haber podido evolucionar por selección natural. No es muy probable que un gen que promueva el suicidio se extienda en una población, por la razón evidente de que el organismo que lo porte no tendrá muchas oportunidades de reproducirse.

Estos fenómenos se habían explicado en base a un supuesto “bien de la especie”: se seleccionaría todo aquel comportamiento que, aunque fuera desastroso para un individuo concreto, a la larga proporcionara una ventaja al grupo amplio al que pertenece. Pero se ha comprobado que la selección natural no opera así: la selección natural actúa de forma inmediata, no puede hacer previsiones a largo plazo de lo que será ventajoso para la especie. La escala temporal de la evolución es más restringida: importa el “aquí y ahora” para cada individuo en concreto.

Los individuos son las entidades sobre las que opera la selección natural. Seguramente son las principales, pero pueden no ser las únicas: hay otras unidades de orden inferior que pueden ser sujetos de selección natural. Un individuo es una combinación particular de genes. Cualquier subconjunto de estos genes o cualquier gen en concreto puede ser también sujeto de selección natural. Algunos genes pueden ordenar una replicación preferente de ellos mismos, con lo que se extenderán por el genoma aunque no aporten ninguna ventaja al organismo que los contiene. Serían genes egoístas, que sólo procuran inundar el mundo de copias de sí mismos.

Incluso habría genes asesinos, que tratarían de eliminar a genes competidores: en moscas y ratones, se han descubierto genes que ordenan la destrucción de todos aquellos espermatozoides que no los contienen. En una especie de hormigas, un alelo (un gen “alternativo” ante una opción determinada) provoca la muerte de las reinas cuando cuenta con dos copias en cada célula, pero como efecto secundario provoca que las obreras ataquen a las reinas que contienen dos copias del alelo rival. Así, sólo sobreviven las reinas con una copia del gen letal y una copia del gen sano. El gen letal ha encontrado así una forma de extenderse entre la población, a pesar de tener efectos negativos para la supervivencia de la especie. Sería un gen egoísta.

Los actos de aparente altruismo pueden explicarse si, aunque reduzcan las probabilidades de supervivencia del conjunto de genes en particular que constituye un individuo, aumentan considerablemente las posibilidades de supervivencia de varios conjuntos de genes en los que están dispersos los genes que contenía el individuo. Conciente de la confusa explicación para la mayoría de mis lectores, me explayaré un poco explicando:

Los actos de mayor altruismo se producen hacia organismos que están muy estrechamente emparentados con el individuo que realiza el sacrificio. Los padres se arriesgan extraordinariamente por los hijos, los tíos a veces invierten gran parte de su tiempo y sus energías en el cuidado de sus sobrinos y las abejas obreras se sacrifican por sus hermanas y sus madres. Esto tiene sentido porque compartimos muchos genes con nuestros parientes. Concretamente, la mitad de nuestros genes con un hijo o con un hermano, un cuarto de nuestros genes con un sobrino o con un nieto y hasta tres cuartos de nuestros genes con una hermana si fuéramos una abeja obrera, debido a un curioso modo de determinación del sexo de las abejas que se escaparía del objetivo del tema, pero explica el por qué las abejas son tan altruistas.

Lo que postula la sociobiología es que la selección no opera sólo sobre los individuos, sino también sobre subconjuntos de sus genes que están repartidos entre sus parientes próximos. A los genes que componen un individuo puede interesarles la muerte del organismo, siempre y cuando se aumente mucho la probabilidad de que pervivan, más o menos dispersos, en muchos parientes. Cuando se selecciona un comportamiento altruista, los egoístas genes que componen cada individuo computan si el coste del acto es compensado con un aumento de su supervivencia en muchos parientes. Por eso los actos más “desinteresados” se dirigen siempre hacia parientes muy cercanos.

Algunas consideraciones de todo esto:

- Tangencialmente, hay un Dilema del Prisionero oculto en todo esto: coopero o no coopero; me beneficio a costa de los demás o hago algo por ellos.

- Las abejas obreras son estériles, por lo que genéticamente no aportan nada. Es algo a tener muy en cuenta considerando que son individuos que se suicidan por “el bien del grupo” (máximo altruismo posible)

- Termino el tema con una frase de un biólogo que se refería a este tema: “me ahogaría con gusto si con ese acto consiguiera salvar a dos hijos o a ocho primos hermanos”… Desde luego, para salvar a sólo 7 primos, no merece la pena ahogarse.

Con frases como esa última, pueden explicarse multitud de hechos de la biología e incluso de nuestro propio comportamiento. Muchas de nuestras conductas, sobre todo las ligadas a la búsqueda de pareja o el cuidado de los parientes, encajan muy bien con esta “aritmética genética de costes y beneficios”, aunque desde luego no seamos conscientes de ello. Los propios genes dictan a nuestros cerebros cómo tienen que comportarse para maximizar su propagación, aun a costa de complicarnos la vida y hacernos desgraciados a veces.


Saludos a todos =)

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